viernes, 1 de enero de 2010

“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” Col 3:1

Es seguro que usted a oído historias sobre personas que han buscado sin descanso la obtención de sus sueños. Algunas de ellas tratan sobre como después de mucho esfuerzo y grandes limitaciones, hombres pobres han terminado siendo ricos. Hay otras que cuentan de atletas que tras muchos sacrificios, han logrado sobresalir a tal punto, que su nombre a quedado registrado en la historia. La gente admira a este tipo de personas, porque sus historias los motivan a soñar.

Este año, la mayoría de nosotros, si no es que todos, estaremos también en búsqueda de logros personales; hay quienes buscarán mejores ingresos, otros una mejor salud, logros académicos, algunos diversión, otros amigos... la lista puede ser interminable.

Pero, ¿qué es lo que debe buscar el cristiano? La Biblia como siempre, tiene la respuesta y nos dice: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” Observe, que el texto dice que el cristiano ha resucitado con Cristo; porque antes de ser salvos, estábamos muertos en delitos y pecados (Ef 2:1,5; Col 2:13) Lo que menos queríamos era buscar a Dios (Ro 3:11) Tuvo que haber una intervención divina, un milagro, para que pudiéramos vivir.

Por consiguiente, Pablo nos dice que una buena prueba de que alguien ha sido salvado por Cristo, es que ya no tiene su mirada en la tierra, sino en el cielo (Col 3:2). Su mirada ahora está puesta en Cristo, quien está sentado a la diestra de Dios. Ahora es capaz de entender la importancia de lo espiritual, sobre lo terrenal.

Por supuesto, que el cristiano no es alguien que vive aislado de este mundo, pero su prioridad son las cosas celestiales. La Biblia está llena de esta enseñanza. Tómese un tiempo y busque las siguientes citas; verá lo que Dios tiene que decir al respecto: 1 Cr 16:11; Sal 27:8; 69:32; 105:4; Mt 6:33. Lo animo hermano, hermana; para que este año, juntos, con la ayuda y fortaleza de nuestro Señor, busquemos lo que realmente importa.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

“Como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.” Juan 13:1.


Este hecho es esencialmente una promesa; pues el Señor es lo que fue, y será para todos Sus amados lo que fue para aquellos con quienes convivió en la tierra mientras la luna permanezca.
“Había amado”: ¡esto es una maravilla! Que haya amado a los hombres es una maravilla.
¿Qué había en Sus pobres discípulos para que los amara? ¿Qué hay en mí?
Pero cuando Él ha comenzado a amar, está en Su naturaleza continuar haciéndolo. El amor convirtió a los santos en “los suyos”. ¡Qué título tan escogido! Él los compró con sangre y ellos se convirtieron en Su tesoro. Siendo Suyos, Él no los perderá. Siendo Sus amados, no cesará de amarlos. ¡Alma mía, Él no cesará de amarte!
El texto es muy bueno como está: “hasta el fin”, incluso hasta la muerte, la pasión rectora del amor a los Suyos reinó en Su sagrado pecho. También significa hasta lo sumo. No podía amarlos más: se entregó por ellos. Algunos lo traducen: a la perfección. En verdad Él derramó sobre ellos un amor perfecto, en el que no había mancha ni falla, ni imprudencia, ni infidelidad, ni reserva.
Así es el amor de Jesús para cada uno de los que constituyen Su pueblo. Cantemos un cántico a nuestro Bienamado.

La Chequera del Banco de la Fe.
C.H. Spurgeon